viernes, 12 de mayo de 2017

Por ejemplo, hoy

No quiero que empiece el día y sin embargo me despierto quince minutos antes de que suene el despertador, al fin y al cabo llegar tarde a la guardería y a mi trabajo no va a ayudarme demasiado.
Tengo un pensamiento recurrente que insiste en que ducharse y peinarse está sobrevalorado. Lo hago, tengo que espabilarme antes de la guerra de cada mañana. No quieres madrugar y te metes vestida debajo de la colcha en señal de resistencia, es entrañable por un segundo, el que tardo en mirar la hora y darme cuenta de que no llegamos.
Quince minutos cuesta arriba más tarde te despides con un beso. Siempre te quedas contenta y yo respiro, primera parte resuelta.

Me pongo los auriculares y camino hasta el metro. Aprovecho para mirar el móvil y acordarme de vosotros, preguntar qué tal o desear un buen día. No tengo cobertura en todo el trayecto, así que sé que no veré ninguna respuesta, cuando se envíen ya estaré llegando al trabajo.

Me bajo en la parada, en la estación de aluche hay un bar en el que paro a comprar café para llevar. Si tengo suerte me atiendes tú, y no tengo que decir nada porque ya sabes que quiero café con leche templada, que no es fría ni tampoco hirviendo, templada, un concepto complejo.

Camino a la puerta trasera de la finca que rodea el hospital, es como entrar en una versión siniestra del país de las maravillas, más siniestra. Un par de conejos se asustan a mi paso y salen corriendo de entre la maleza. Quiero pensar que son conejos.

Hoy no me apetece ser la chica amable que entra diciendo buenos días con una sonrisa. Pienso en que no voy a esforzarme esta vez, pero no lo consigo, porque no es un esfuerzo, me gusta encontrarme a mis compañeros de trabajo. Les sonrío y me sonríen, y dejo de pensar en mis cosas.

Otro café, desayunamos juntos, subo y bajo escaleras, hacemos terapias, consultas, urgencias, informes, buscamos soluciones y sin darme cuenta llega la hora de comer, nos reímos, descargamos tensiones y son las 14:30. Me reconozco debajo de la bata, tiene el poder de la visibilidad.

Estoy cansada pero queda mucho día. Vuelvo hacia el metro y mis pensamientos me alcanzan en el andén, uno tras otro se agolpan queriendo salir, y lo hacen como pueden. Echo de menos alguien a quien contárselos. No las grandes cosas, esas os las puedo contar. Las pequeñas e irrelevantes, las que suenan a lo de siempre, esas que parece que no aportan. Esas me las callo por temor a cansarte o a que me tengas miedo, a que pienses que te necesito, que dependo de ti. No es verdad, puedo vivir sin ello, pero preferiría no tener que hacerlo.

Llego a casa, dejo las cosas y voy a recogerte. Vienes corriendo a abrazarme. El mejor momento del día antes de volver a nuestra pequeña guerra de encuentros y desencuentros, de besos y rabietas, de límites y premios. Pero no todos los días son así, hay días que solo llego a casa y lo único que quiero es dormir hasta que vuelvas.

No lo hago, ya dormiré, hay mucho que hacer y en mis sueños vuelvo a estar atrapada en la inestable estabilidad de antes. Prefiero lo contrario, por eso me despierto y agradezco estar despierta y estar contigo, porque juntas estamos a salvo.

Con cariño
LA