martes, 28 de junio de 2011

Rápido descenso hacia el alcoholismo

El Lunes solía ser el día más insulso de la semana, pero ayer no fue así. Lo normal es que el día empiece contigo en una sala llena de médicos escuchando que ha ingresado un paciente nuevo al que tienes que ir a ver. Lo normal es que vayas a ver a tu paciente y, al ver que no hay nada que hacer salvo cogerle de la mano, hagas esto como algo a la vez triste y rutinario a lo que deberías irte acostumbrando.

Que ayer fue un día normal podría ser tan cierto como que "quienes beben unidos, permanecen unidos"; y a mí me gusta pensar que sí.

Que salí del hospital para bailar, beber, volver a bailar y volver a beber; y de tanto beber y bailar y girar, se me olvidó que por la mañana había estado cogiendo de la mano a una paciente de la que solo sé que se muere. 

No bebía para olvidarme de todo esto, ni siquiera tenía una razón. Supongo que en el baile, mientras estás girando, pierdes la noción del espacio que recorres y nunca sabes con certeza si al final del giro habrá alguien allí para recogerte. 
Pero el alcohol, aunque a veces ayude a ocultar tu miedo al vacío, tan solo aumenta las probabilidades de que acabes en el suelo. Y, ayer, girando en medio de tanta gente, solo pensaba en que no era yo quien por la mañana sujetaba la mano de la paciente moribunda, sino ella quien cogía la mía, y yo quien se dejaba coger.

Tal vez esto es solo una idea sobrevalorada y ayer no fue más que un día normal; pero, ¿y si lo fue?

Con cariño
LA

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